El niño interior, aquel aspecto emocional, sensible,
vulnerable y trascedente de nuestro ser, es universal.
Se manifiesta con palabras sencillas y comprensibles para
cualquiera: Tengo miedo, te quiero, me siento solo, estoy feliz…
Aceptada y registrada, la existencia de este niño en nuestro
ser, observamos que frecuentemente lo situamos en el centro de nuestro pecho y
nos permite responder con ese registro, a la pregunta: ¿Qué sentís?
Así nos reconocemos carentes, necesitados, vulnerables y
hambrientos de dos necesidades esenciales y permanentes:
Necesitamos afecto y valoración.
Yo. Tu, ella...los chinos, romanos y
sefaradíes…revolucionarios, antiguos y nómades…capitalines y provincianes…
Todos iguales en esas necesidades: Un abrazo y un aplauso.
Estas breves palabras sintetizan mucho de nuestro avatar
cotidiano. Salimos al mundo a asistir recíprocamente nuestros niños interiores.
A buscar día a día la atención de esas dos carencias,
hagamos lo que hagamos y estemos con quien estemos.
Es así?
Te propongo hacer una experiencia de exploración.
Por un lapso ocúpate de pedir y expresar afecto y
reconocimiento que sean auténticos, a y
de las personas que están a tu alrededor.
Observa y vivencia que pasa en tu interior y en las otras
personas.
Creo que descubrirás muchas cosas!
Y si es necesario, me las contás.
Te deseo un buen experimento.
Buen día.
Muy bueno, excelente
ResponderBorrarTransmitir nuestras necesidades afectivas y dar afecto son tareas nobles que nos conectan con nuestra esencia ,con nuestros origenes ,con el amor o con la ausencia del mismo.... Voy a experimentar! Gracias por la propuesta Claudio!
ResponderBorrarMuy bueno. Es cierto. Será bueno experimentarlo.
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