El intercambio de las emociones, vivencias y necesidades
resultan esenciales en la realización de
la vida vincular.
La adecuada transmisión de afecto y reconocimiento, así como
de los contenidos íntimos, las carencias y vulnerabilidades, dan energía a las relaciones importantes, las
enriquecen y suman a su trascendencia.
Estas relaciones, que son no más que un puñado en cada uno,
constituyen la red de afectos que nos sostiene y sostenemos, por lo que la
adecuada fluidez emocional es allí de
saludable importancia.
La función de contacto referida, tan cara a los
gestaltistas, es la médula de la vida afectiva
La vida vincular y la aceptación de características dispares
y diferencias, no es sencilla y es aprendizaje a lograr.
A menudo por bloqueos personales e inhibiciones actuales o pretéritas, o por
estilos culturales aprendidos, esta
comunicación suele verse dificultada, interrumpida, o torna trabajosa, desviada
o reprimida, empobreciéndose así la vida
vincular, creciendo el aislamiento, la distancia y el desconocimiento de lo
esencial.
El presente texto, propone fijar pautas básicas para
potenciar ese intercambio fluido, destacando tres elementos fundamentales, el
valor de dedicar un tiempo, un espacio y la concreción de la tarea,
la finalidad de ese intercambio vincular. Se trata de desbloquear y favorecer
la función de contacto.
Para facilitar la identificación llamo a este esquema, el
modelo T.E.T.
Veamos ahora estos componentes recordando de antemano que
todo esquema resulta rígido y mecánico y más aún para las relaciones que
requieren fluidez y espontaneidad por excelencia. Pero ocurre que como ésta se
ha perdido, puede ser necesario reflexionar y ejercitar con un esquema para desbloquear su
cometido aspirando a que en el tiempo se superen los obstáculos e
interrupciones y se alcance, el fluir, la naturalidad.
“Nada de lo humano me es ajeno” reza el viejo proverbio de
Terencio, y los avatares de la vida íntima son a menudo comunes y comprensibles
cuando se manifiestan con claridad.
Tenemos en nuestro interior y necesitamos decir te quiero, te necesito, me da rabia, tengo
miedo o me duele…
También a veces queremos decir no o hasta acá, decir sí o
pedir, que nos cuiden o acariciar… y poco más no? Más o menos son estas las
circunstancias frecuentes y comunes. Podemos comprenderlas porque nos pasan a
todos.
¡Y cuánto cuesta hablar claro!
¡Y cuánto cuesta hablar claro!
Entonces y en plan de llegar más y mejor, es recomendable
destinar un tiempo al intercambio de lo íntimo. A veces lo dejamos para el final, o lo mezclamos con banalidades
o a las apuradas y así lo decimos a medias o ni a cuartas y el otro no recibe o
no entiende o se confunde… y se pierde el contacto deseado.
Es necesario detenerse entonces, pedir unos minutos que no suelen necesitarse
muy extensos pero sí imprescindibles, para expresarnos en profundidad con la
emoción que lo afectivo implica.
Me refiero a “Darse
tiempo”, el clásico soporte gestáltico.
En la vida de pareja en particular, recomiendo este tiempo
al menos una vez al día para saber que me pasa y que te pasa, que te duele o
necesito, que me enoja o que te asusta… Es el “actualizarse” mutuamente.
Otro tanto ocurre con el espacio.
Necesitamos disponer de un sitio adecuado para lo íntimo, un
lugar acogedor, silencioso y desprovisto de interrupciones. Es muy importante
para favorecer la comunicación de lo interno y para ser escuchado y escuchar en
plenitud.
Son frecuentes los
ejemplos de fracaso o desvío por la falta de este espacio o del tiempo mencionado.
Así se pierde una oportunidad de lo tan necesario y de ocasiones que no
abundan. Así, algunos matrimonios van a hoteles para tener sexo o intimidad
ante las dificultades en la propia vivienda. Puede ser una alternativa si no se
dispone de lugar adecuado en la casa. (Los niños lo ocupan todo!!!!)
Entonces para lo importante, primero tiempo y espacio
adecuados. Estos favorecerán la formación de la” clara figura”.
Si entonces decidimos hacernos cargo de la necesidad e
importancia de expresar e intercambiar el interior y para ello, propiciamos el
encuentro con el tiempo y el espacio adecuados, es momento de la tarea.
Y la tarea es justamente lograr y garantizar el intercambio
de lo íntimo, en una comunicación simple
(aunque nada fácil!), asertiva y esencial: Yo siento…, yo quiero…, lo
que me pasó es que…, lo que me gusta o me ayuda es… lo que me enojó fue que…,
Qué necesitas de mí…? ¿Qué te pasó o te parece? Te quiero, te extraño, etc…
Hablando con frases cortas, sin pretender que en una charla
se aborden todos los temas guardados por largo tiempo, una cosa por vez, en
primera y segunda persona, “Yo y Vos”, mirando a los ojos y dispuesto a
escuchar amorosamente, aun cuando cabe el enojo o el dolor…
Tan simple y a menudo imposible!!!!
Nada fácil…
Lo que quiero recalcar es que es esta la savia de la vida
afectiva y su circulación hace ganar en el vínculo franqueza, contacto y
energía cuando el interior por fin “va y viene”. Así crecen y maduran las
relaciones y se acercan a la verdad interpersonal. Nada bueno vendrá si se
instala el silencio, la distancia y el desconocimiento de lo interior.
Vale recordar también, que la comunicación es una
herramienta humilde y limitada a veces, así como que el fluir no busca ni
garantiza un final feliz o “rosa”.
Pero ocurre que no tenemos otra herramienta mejor para
abordar diferencias y que la verdad por dolorosa que sea es mejor que emerja en
los vínculos afectivos y en contacto, los sentimientos busquen su destino y
realización, sea para estar después mejor, o para asumir realidades que dañan
más si quedan ocultas o lastiman por solapadas.
Parejas, padres e hijos, alumnos y docentes, amigos:
Dedicar un tiempo, un espacio a la tarea descripta, es
camino de desarrollo, crecimiento para la plenitud de la vida vincular.
Su aprendizaje, desbloqueo o favorecimiento es habilidad a
alcanzar, desplegar y mejorar día a día en cada una de nuestras relaciones que
resultan de valor y necesidad.
Manos a la obra!
Dr. Claudio P. Casas *
Médico
Psiquiatra
Psicoterapeuta gestáltico
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